Únicamente nuestro Redentor y Salvador Jesucristo pudo liberarnos para siempre de las ataduras y cadenas de la esclavitud del pecado a que estábamos sometidos cuando eramos prisioneros de este mundo. Busquemos pues en el la libertad y el perdón de nuestros pecados y dejemos de esta manera para siempre las ataduras que nos mantenían cautivos, infelices y sin esperanza. Ahora somos libres en Cristo Jesús para disfrutar una vida en victoria, al servicio de Dios y de nuestros semejantes.
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